Río Negro, en el Centro de Información de la Cumbre del G20
La Patagonia estuvo en la primera página de los folletos y sus paisajes vistieron varios puntos del predio
BUENOS AIRES.
Son las 7 de la mañana y en la fila para tomar un café imprescindible, que se va extendiendo cada vez más a medida que pasan los minutos, dos hombres hablan en chino. A su lado, un hombre aparentemente alemán –pues eso es lo que habla- pasa caminando mientras se filma a sí mismo con el celular. Casi no quedó hoy idioma sin ser hablado en el Centro Internacional de Medios (CIM), donde trabajaron los últimos días más de 2200 periodistas de todo el mundo, entre los que estuvo Río Negro, y miembros de las delegaciones que participan de la cumbre. El principal interés del periodismo internacional presente es, sin duda, que pasará tras la charla de mañana entre Donald Trump y Xi Jimping.
Las medidas de seguridad, extremas dentro y fuera del complejo. Al CIM solo puede llegarse a bordo de micros que la organización de la cumbre puso especialmente. A pesar de los chequeos previos para poder subir al vehículo en los puntos de encuentro, antes de ingresar al complejo agentes de Gendarmería le piden la documentación al chofer, que ya vieron minutos antes –porque los recorridos son de ida y vuelta- y uno de ellos sube al micro para re chequear las acreditaciones. En los alrededores, labradores uniformados olfatean el terreno en busca de explosivos. Adentro del complejo, hombres de negro, al mejor estilo secret service pero con un gafete que dice “PFA”, recorren, manos en la espalda, constantemente las distintas áreas del predio.
El CIM es, en rigor, un bello, amplio y confortable corralito de periodistas a 4 kilómetros de donde transcurre la cumbre. Para ir a Costa Salguero hay que tomar otro micro y el “paseo” está limitado a conferencias de prensa predeterminadas. De modo que para la mayoría de los periodistas, los voceros fueron los funcionarios de gobierno que se acercaban periódicamente desde la cumbre para informar a la prensa. Hoy por la mañana, Patricia Bullrich, por la marcha contra el G20 y la sensibilidad de la seguridad, tuvo público nutrido.
El ministro Guillermo Dietrich, también: pero el periodista es un ser voraz, y hacia el fin de su larga conferencia, cuando los miembros del catering ya habían desplegado toda la impresionante oferta culinaria, empezaron los primeros abandonos de puesto de trabajo. A continuación, el rabino Sergio Bergman, quedó bastante más solo: ya era pasado el mediodía. La comida merecería una crónica propia; el café, no. La calidad del servicio de internet también, pero una crítica destructiva: hubo enojo de locales y extranjeros.
Mención especial: el gobierno le dio buen despliegue a la promoción turística para los periodistas internacionales que cubren la cumbre. La Patagonia estuvo en la primera página de los folletos y sus paisajes vistieron varios puntos del predio.