Llegar a fin de mes, un problema que también preocupa al fútbol
El principal desafío para los clubes que participan en la Liga Deportiva Confluencia no es ganar torneos sino mantener su economía estable
REGIÓN.
La Liga Deportiva Confluencia es uno de los torneos con más historia del fútbol zonal. Desde 1975 en adelante, cuando la Liga Rionegrina y la Liga Confluencia se fusionaron, sus torneos se convirtieron en grandes atracciones con canchas llenas y un gran nivel futbolístico.
Pero con el tiempo y las apariciones de los torneos nacionales, la Liga local fue perdiendo terreno y poder. Hoy, 43 años después de su fundación, la “Conflu” se encuentra estancada y las instituciones que forman parte de ella lo sienten de manera directa.
Salvo casos aislados, la gran mayoría de las 20 instituciones que participan en el certamen tiene que arreglárselas para conseguir el dinero que les permita sobrevivir.
Los excesivos costos, los problemas económicos a nivel país y la falta de apoyo, tanto estatal como de privados, generaron en los clubes de la zona una situación preocupante, ya que a todos les cuesta llegar a fin de meses con las cuentas saldadas.
“La gran mayoría de los clubes, por no decir todos, más que una función deportiva cumplimos un rol social en nuestras ciudades. Buscamos evitar que los chicos estén la calle y que puedan encontrar un refugio en el deporte. Es por eso que no cobramos una cuota social, sino no tendríamos chicos en las formativas”, aseveró Facundo Fuentes, presidente de Obrero Dique. Su frase fue repetida por el resto de los dirigentes entrevistados.
La falta de ingresos por cuota social suele generar desequilibrios en los balances. Es por ello que se las rebuscan para conseguir la plata para afrontar las deudas generadas por jugar un torneo que le exige presentarse en todas las categorías.
“La manera más genuina de solventar los costos es con las entradas que paga la gente cuando va a la cancha. Lamentablemente, por lo general, el hincha no acompaña tanto y es ahí cuando tenemos que salir a vender empanadas o pollos”, confesó Rolando Sandoval, de Maracacinho de Cinco Saltos.
Además, para generar ingresos muchos clubes recurren a los tradicionales: bailes o peñas, al bingo familiar y las rifas.
Otra de las opciones a las que se aferran los clubes son los sponsors. Aunque ante la situación del país son pocos los privados que dan una mano, por lo que las fuentes de ingresos se ven acotadas.
Según lo expresado por los dirigentes de los clubes, el costo de jugar la Confluencia es de unos $132.000 por mes, aproximadamente (ver detalle).
A esos números hay que sumarle el resto de inversión necesaria en infraestructura. Es en estos casos donde los gobiernos dan una mano, con subsidios que les permite afrontar gastos extraordinarios.
Al ser una competición amateur, la gran mayoría de los jugadores no cobran un salario.
“El rol social de los clubes también está atado a los jugadores de Primera. Nosotros tratamos de conseguirles trabajo, esa es nuestra meta”, dijó Tania Lastra, presidenta de Argentinos del Norte.
Gustavo Pasín, mandamás de Círculo Italiano, contó que el club ayuda con clases de apoyo gratuitas para aquellos chicos de las inferiores a los que les va mal en la escuela.
La complicada situación económica a nivel nacional y la falta de acompañamiento de la gente es un combo explosivo para muchos clubes de la región.
A pesar de los incesantes problemas, los dirigentes continúan incentivando al fútbol zonal, a veces poniendo plata de su bolsillo. Los sacrificios son muchos, pero el amor al deporte y la idea de crecer como sociedad los une a todos. De alguna manera se las ingenian para llegar a fin de mes.
En la última década fueron varios los clubes jóvenes que intentaron sumarse a la Confluencia. Pocos pudieron asentarse y mantenerse debido a los grandes gastos que tenían.
En el último año, tres instituciones tomaron coraje y decidieron dar el salto: Obrero Dique de Barda del Medio, que regresó tras ser desafiliado en 2010, San Sebastián de Cipolletti y Maracacinho de Cinco Saltos.
Los primeros meses suelen ser alentadores para todos. Envalentonados por la novedad la gente se vuelca a las canchas y también colabora con las instituciones. Pero con el paso del tiempo, la falta de apoyo se siente.
Uno de los casos más emblemáticos del 2018 se vivió en Maracacinho.
Tras muchos años de trabajo silencioso, la dirigencia del club cincosaltense consiguió, en comodato por dos años, un terreno donde empezaron a construir su cancha.
Pero cuando las obras ya estaban muy avanzadas, un vecino los denuncio porque no quería un estadio cerca de su casa y el municipio los obligó a frenar la construcción.
Todo el esfuerzo de más de tres años se paralizó y ahora Maracacinho debe gastar $7.000 cada vez que juega de local. Hay muchos otros casos sobre las complicaciones de los clubes nuevos para permanecer en la Liga.