Una vez que la
comunidad se tira a recorrer la calle, es cuando el estado incapaz persigue,
insulta, y desvirtua la esencia del reclamo de justicia y seguridad.
En un tiempo en que la gente no quiere tomar partido, o no quiere compromiso, solo los hambrientos de poder asumen ese compromiso, basado en una fuerte identidad, a punto de querer festejar 10 años de gestión, bien es cierto que manipulada durante años.
La mayoría silenciada, en su mayoría, prefiere seguir siendo silenciada e invisible. No es silenciosa, como dicen muchos. Es superviviente.
Le aterra tomar partido, más que el miedo que sienten a la persecución.
Puede pasar a ser una sociedad avestruz, que implica que toma algo de conciencia, pero se vuelve a asustar.
Tal vez pase a ser una sociedad líquida, relativista, y abandere la no confrontación sin entrar a debatir argumentos.
Pero es la sociedad civil la que merece la pena, la que la componen ciudadanos con ganas de comprometerse con la unidad de San Antonio Oeste, Las Grutas y el Puerto del Este, y no una ideología política identificatoria fruto de la manipulación.
Es un reto para el hombre de siglo XXI poner en juego su libertad, y caminar con certezas. Esto implica tener que tomar partido.
Creo, sinceramente, que no estamos moralmente preparados para tomar partido por algo que puede poner en riesgo nuestra vida, porque como sociedad, creemos que todo es relativo y que nada merece tanto la pena.
En cambio, lo que merece la pena es no perder la identidad, y sobre todo, no ser privados de ella, de modo que debemos actuar en coherencia con los valores que tengamos.
Si no, esa mayoría silenciada, tendrá por valor el “no meterse en problemas”, y “la escandalosa ley del silencio”.
No entrará después que rompan su silencio el grito de socorro, pues aunque este ha de venir en la forma de ley, no será suficiente sin la palabra de la mayoría, una palabra que es presencia y pensamiento, de la mayoría silenciada, que tal vez, sea en verdad, espero que no, silenciosa.