LA HISTORIA DEL CRIMEN DE LA CANTINA DE RACING DE SAN ANTONIO OESTE
Hace 27 años Churrarín se cansó del destrato del cantinero “El Chivo” Becco, y buscó un revólver y lo acribilló
Amanecía en San Antonio cuando los disparos rompieron la quietud del alba. Una discusión más entre Julio “El Chivo” Becco y Vital Churrarín terminó de la peor manera. El primero, trabajador de los talleres de Comsal, ex jugador de fútbol, director técnico y además encargado del bar del club de sus amores, solía increpar a algunos de sus parroquianos, con aires pendencieros.
“El Chivo era así, medio prepotente, y siempre lo cojudeaba a Churrarín”, trabajador ferroviario, cuentan algunos de los habitués del lugar. “En la cancha era duro, si me habrá raspado los tobillos, jugaba de 2 en Racing”, dice Modesto “Cacho” Ponce, gloria del fútbol sanantoniense y hermano de Pepe, única víctima que sobrevivió a aquel episodio trágico.
Eran las últimas horas de enero de 1991. En el club Ferro, sobre calle Yrigoyen, a dos cuadras y media del Bar del Rácing, se casaba una de las hijas de Becco. La fiesta iba concluyendo, cuando en la sede “albiceleste” el padre de la novia era asesinado a balazos por un parroquiano ofuscado por su maltrato.
Becco no fue al casamiento, prefirió quedarse en el bufet que atendía cada noche, donde “Pepe” Ponce, Churrarín y varios más solían jugar al truco y al mus hasta bien entrada la madrugada. En esa ocasión, nuevamente, Becco y Churrarín cruzaron palabras, y el responsable del lugar lo sacó a empellones a la vereda.
“Lo trataba a veces como a un chico, lo agarraba del cogote y lo llevaba afuera”, recuerdan otros testigos ocasionales de aquellas situaciones. Pero esa vez fue la última.
“Ahora busco el revólver y te cago a tiros”, amenazó el ferroviario, quien vivía unas tres cuadras, en la orilla de “la marea”, entre Prefectura y el muelle pesquero, en una vivienda de machimbre y chapa. Los demás no le creyeron por lo que se sorprendieron al verlo volver armado. “Pepe” Ponce intentó interponerse pero una bala lo hirió en el pecho y le quedó alojada en el esternón.
Cayó desvanecido, mientras Churrarín vaciaba el cargador sobre el cuerpo de Becco. El homicida corrió a su casa donde intentó refugiarse. Los heridos fueron llevados al hospital, donde el médico Eduardo Delfino certificó el deceso de Becco y avisó a los familiares de Ponce que tenía heridas de gravedad pero podría recuperarse.
El nosocomio se encontraba a mitad de camino entre el Racing y el Ferro. Por ello, los concurrentes a la fiesta de casamiento llegaron rápido al lugar y se enteraron de lo ocurrido con el padre de la novia. “Llegaron chicas de vestido largo y hombres de traje a preguntar qué había ocurrido y allí se enteraron de la muerte de Becco”, comenta Cacho Ponce, que fue velozmente al hospital para conocer noticias de su hermano.
Churrarín se atrincheró en su casa. Allí, la pequeña colonia estaba dividida en dos sectores, porque el matrimonio se había disuelto y su exesposa y un hijo vivían en una parte y él con su hija, de unos 16 años vivían en la otra.
Un amplio operativo policial rodeó la vivienda. Las vías se transformaron en un campo de batalla. Por la parte trasera, la ría se extendía como un gran lago salado. Los efectivos policiales ingresaron a buscarlo. “Creían que estaba adentro de la casa, pero él se había escondido en el patio. Se metieron sin orden de detención ni nada”, recuerda uno de sus familiares que prefirió el anonimato.
Churrarín habría disparado cuando algunos de los efectivos intentaron abrir la puerta. Allí, sin mediar palabra, fue fusilado. Sus hijos y su ex mujer, que dormían a pocos metros, saltaron de sus camas y se encontraron con el terrible cuadro, cuando las primeras luces del día, caían pesadamente sobre un pueblo que se despertaba conmocionado por las tremendas noticias que rápidamente correrían por sus calles, desde el Náutico hasta la Loma, y desde la marea hasta el Canal del Indio.
Años después, un apuñalado en el boliche
Más acá en el tiempo, en diciembre de 2014, el predio del club Racing fue escenario de otra muerte violenta, que también se originó en una discusión.
Cerca del horario de cierre del boliche Reggaetón, que funcionaba al lado de la canchas de fútbol, Lucas Herrera (19 años), asesinó de una puñalada en el corazón a Jonathan Otero.